Prospect park es un parque muy grande, en Brooklyn. Un lago que en invierno se congela, caminos y caídas de agua, veredas en el bosque, puentes. Todo ello dispuesto con suma atención y cuidado por sus diseñadores para simular el paisaje boscoso de las montañas cercanas. El parque también tiene una pista de patinaje sobre hielo, así como una plazoleta donde hay bustos de músicos notables. En una de las piscinas viven dos cisnes de tamaño considerable. No pude fotografiarlos, porque perdí mi cámara.
Parques como éste son pieza esencial de las ciudades, según ciertas escuelas de urbanismo. Frederik Law Olmsted y Calvert Vaux diseñaron tanto Central park como Prospect Park. Su idea era crear espacios artificiales y construirlos de tal modo que dieran la impresión de ser productos espontáneos de la naturaleza, y no de la arquitectura y la ingeniería. La intención era representar parajes boscosos, caminos de agua, jardines. Garantizar, por supuesto, la comodidad, la seguridad y la recreación de los habitantes de la ciudad.
Prospect park es un parque autorreferencial. Tiene más conexiones intertextuales con Central park que con cualquier paisaje boscoso “natural”. Y, sin embargo, muchos de sus rincones se asemejan a parajes vistos en otros bosques. Alguna vereda me recuerda, por ejemplo, a Chipinque. Pero claro, Chipinque es otro parque, lo cual enfatiza el carácter antimimético de Prospect park. Aunque resulta fácil darse cuenta de que la palabra mímesis, como la palabra representación, siempre han significado maneras de crear. La auténtica copia es, cuando menos, un fenómeno muy poco probable. Un parque que plagie el panorama de algún bosque natural será siempre un parque, y un parque como Prospect park no deja de ser la recreación de cierto tipo de parajes que ocurren de manera espontánea en el universo.