viernes, 27 de noviembre de 2009

Roland and me

that rather terrible thing which is there in every photograph: the return of the dead

Roland Barthes

(For English version, see below)

A partir de hoy, en este blog aparecerá una serie de Polaroids defectuosas. Cada fotografía estará acompañada por una o varias citas de Roland Barthes, según lo dicte el capricho de mi antojo. La presencia de Barthes se debe a que mis Polaroids defectuosas pretenden disputar la siguiente aseveración suya: “Polaroid? Fun, but disappointing, except when a great photographer is involved”. Yo no soy un gran fotógrafo. Soy apenas un fotógrafo amateur. Sin embargo, creo que mis Polaroids ni son divertidas, ni decepcionan. No son divertidas porque la diversión de una Polaroid se encuentra, me parece, en el acto de tomar la fotografía, no en el resultado. La Polaroid en sí, como objeto, es otra cosa. El mérito de una Polaroid, especialmente ahora que se encuentran prácticamente extintas, no depende de la pericia de quien la tomó; la Polaroid tiene su lugar asegurado en el catálogo de una arqueología de los objetos tecnológicos de nuestra era, arqueología que, por el momento, se encuentra en proceso de gestación. Por esta razón me parece que una Polaroid no puede decepcionar, a menos de que quien la mire haya estado esperando encontrarse con un objeto distinto, como una Koudelka o una Man Ray o una Witkin. El autor de una Polaroid es la máquina en sí; el ojo humano y el dedo son prótesis que la cámara necesita para ejecutar su trabajo.

La cita de este post se encuentra arriba. A continuación, la Polaroid:

luz

(Para leer la versión en español, vid supra)

This is the fist of a series of defective Polaroid pictures that I’ll be uploading in this blog. Regarding Polaroid pictures, Barthes wrote: “Polaroid? Fun, but disappointing, except when a great photographer is involved”. I intend to question this assertion. The source of that sort of disappointment resides in the viewer’s expectations rather than in the picture itself. What the Polaroid offers, it delivers. Moreover, I believe the Polaroid has earned a special place in the catalogue of a paleontological museum of the present, a museum that, hopefully, will never exist. Somehow, the obsolescence of the Polaroid, as well as its stubborn persistence in our days –its many uses in police stations, film studios and websites like this one– is linked with the obsolescence of the ‘human’, as proposed by posthuman thought. Humans are still here, but they are not what they used to be –in Italy during the 16th century, or in France during the seventeen hundreds. They’ve realized they share their bodies with the non-human –bacteria, parasites, prostheses- and also that the killer in me is the killer in you.

Methuselah lived 900 years.